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martes, 26 de abril de 2011

La limosna


Estaba pensando en el mendigo que en la calle hoy me pidió limosna. No se la dí. 

El que pide limosna denigra su propio orgullo, rebaja su autoestima y lo que es peor: juega al victimismo. Vende su desgracia a cambio de monedas. Pero lo más injusto de todo es que transfiere la responsabilidad de su situación a otras personas; las cuales pueden llegar incluso a sentirse culpables. El mendigo hace un modo de vida de tal situación:  profesionaliza su miseria. 

Para nosotros, los afortunados menesterosos, nada nos cuesta lanzar unas cuantas monedas al cartón con mensaje de turno; poco precio para acallar nuestra relajada conciencia. 

Son ellos mismos, con su fuerza interior, los que deben salvar la situación. Su Amor Propio hará que su precariedad haya sido solo una pesadilla. Para ello no es la mejor ayuda una limosna, es mejor regalar una oportunidad. 

Y en eso si que debe involucrarse toda la sociedad. A todos nos hará sentir mejor...mendigos y menesterosos.  A los primeros porque habrán recuperado la confianza en sí mismo para siempre. A los segundos porque habrán devuelto generosamente lo mucho que han recibido. 

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