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viernes, 21 de enero de 2011

Ayer, mañana.

Ahora, aquí.

Ayer es irrecuperable, ya no somos los mismos de ayer. Los errores de ayer se quedaron congelados, solo sus enseñanzas nos sirven para hoy. Cuando nos empecinamos en descongelarlos vuelven a nosotros para hacernos victimas, revivimos pertinazmente un pasado que nos duele, sin dar oportunidad a nuevas realidades. 

Mañana es una entelequia, el mañana no es. Solo una proyección de nuestros deseos e ideales que -normalmente- no se cumplen unos y fenecen otros, porque la realidad es tozuda y los acontecimientos serán distintos; cambian en un segundo. Como un segundo se necesita para pasar de la vida a la muerte. 

Mientras ayer y mañana transcurren inutilmente en nuestras vidas, nos olvidamos de vivir el presente que es donde únicamente radica nuestro poder de actuar; donde podemos crear nuestros breves espacios de felicidad: donde realmente se vive. 

Ayer y mañana no ayudan; son frustantes. Mientras, la vida se nos escapa como el agua entre los dedos. No aprendemos. No evolucionamos.


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