Las leyes, -incluidas las de más alto rango como nuestra Constitución- son medios (no es un fin en si mismo) que nos hemos dado para una convicencia pacífica, con orden y justicia. Las normas y leyes no son un instrumento de uso para control y manipulación de las personas; en beneficio de unos pocos.
Pero estas normas estan al servicio de los ciudadanos y no puede ser esgrimida como un arma coercitiva, más allá del respeto a los Derechos Fundamentales. Las personas, los intereses, las necesidades de los ciudadanos y por ende de la sociedad en su conjunto, cambia y evoluciona. Estas normas también deben cambiar y adaptarse a nuevos espacios y realidades, a tenor de quedar en un anacronismo; como una norma obsoleta, incongruente e injusta que se ha distanciado de las necesidades reales de la sociedad.
De la misma forma, los representantes políticos han de estar al servicio de sus representados. Ellos trabajan para nosotros, y deben darnos cuenta de sus actuaciones. El programa político debe salir desde abajo, desde el ágora, y la clase política -del todo necesaria- trabajará para el pueblo, con el pueblo y bajo la fiscalización del pueblo. A la política se viene a servir, no a servirse y eso se lo recordaremos cada día a nuestros representantes.
No queremos revoluciones, queremos reformas que se adapten a las nuevas necesidades e intereses de una sociedad cambiante y en contínua evolución; más justa, honesta, equitativa, transparente y libre.
No queremos derribar, queremos construir. No pedimos una revolución, trabajamos por una transformación para que el estado gestione honestamente en favor de todos aquellos a los que se debe: LOS CIUDADANOS; que somos en definitiva los portadores del verdadero PODER.
Que no se le olvide a la clase política que ellos son nuestros empleados; su poder dimana de la confianza que le otorgamos; confianza que ahora le hemos retirado hasta que nuestras reinvidicaciones se hagan efectivas, y ellos se den cuenta que solo son meros SERVIDORES PÚBLICOS.
Esto, que para el poder establecido es una auténtica revolución; para nosotros no es sino una reclamación del poder, que un día confiamos, para que vuelva a su verdadero dueño: LA CIUDADANÍA.
Protestar por las injusticias y reclamar nuestro legítimo poder, -de forma pacífica-, es un derecho...no una revolución.
¿Es que no entendéis?
si aceptas mi opinon, te dire que lo realmente importante es hacer llegar esta voz mas alla de una plaza. pienso en recogidas de firmas nacional prar presentar el cambio de ley electoral eso es lo inprescindible, una vez se consiga eso se debe formar un movimiento no politico si no social con una estructura nacional que fomente la igualdad, los derechos y obligaciones de cada individuo, despues cuando se ha creado un cimiento solido de pelna participacion del pueblo presentarse con un programa para ir escendiendo. los representantes deben y sera exigido por referendum popular los salarios que nunca seran mas que cualquier trabjados. Porque deben ser trabajadores que sepan lo que se cuece en la calle. Gracias
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